En la reciente jornada organizada por la Academia Europea de Salud Psicológica Ocupacional en Ginebra, la vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, reafirmó una idea que cada vez resuena con más fuerza en el tejido empresarial: el trabajo es un determinante de la salud mental.
“No hay nada que propicie más daño en la salud mental que alguien que vive de forma precaria”, sentenció.
Esta frase resume no solo una postura política, sino una realidad objetiva que ya ha sido recogida en normativas, estrategias nacionales e incluso en debates europeos.
Reforma laboral, estabilidad y menos estrés
Uno de los principales argumentos presentados por la vicepresidenta es que la reforma laboral ha sido una herramienta de salud pública, al reducir la temporalidad, la rotación y la precariedad.
Estabilidad no solo significa un contrato más largo: significa previsibilidad, tranquilidad y salud emocional.
Los contratos precarios, además de ser jurídicamente inestables, generan ansiedad, fatiga y desarraigo emocional, lo que se traduce en bajas, desmotivación o fuga de talento.
Subida del SMI: dignidad y salud para llegar a fin de mes
La ministra también destacó el impacto del incremento del Salario Mínimo Interprofesional (SMI) en la reducción de desigualdades y, por tanto, del malestar psicosocial.
“No hay mayor malestar que no llegar a fin de mes. El SMI es la herramienta más feminista”, afirmó.
El enfoque de igualdad como factor preventivo es claro: las personas que viven con incertidumbre económica prolongada están más expuestas a riesgos psicosociales como el burnout, la depresión y el aislamiento.
Reducción de jornada y conciliación: trabajar menos para vivir mejor
Díaz volvió a poner sobre la mesa el debate sobre la reducción de la jornada laboral, vinculándola directamente con la salud mental:
“El siglo XXI tiene las herramientas para que trabajemos menos y produzcamos más.”
Además, se refirió a los nuevos permisos de cuidados y fallecimiento, insistiendo en que el peso del cuidado —principalmente femenino— es ya un riesgo laboral, y debe ser tratado como tal.
Esta perspectiva no solo implica reconocer que cuidar enferma, sino que exige políticas públicas y protocolos internos que lo aborden con seriedad.
¿Y qué pasa con los riesgos psicosociales?
Aquí viene uno de los puntos más importantes: la necesidad urgente de una normativa internacional específica para riesgos psicosociales.
“Los riesgos psicosociales son el fruto de décadas de desprecio por las condiciones de trabajo”, afirmó Díaz, con claridad contundente.
Durante la presidencia española de la Unión Europea, ya se impulsaron conclusiones del Consejo EPSCO sobre salud mental vinculada a precariedad laboral. Además, se ha dado un paso clave al incluir la salud mental de forma integral en la Estrategia Española de Seguridad y Salud en el Trabajo.
¿Y qué implica esto para las empresas?
Todo esto se traduce en un mensaje muy claro para empresas, PYMES, asesorías y técnicos de prevención:
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